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“La música como catalizador de la creación artística: Conexiones entre lo sonoro y la memoria”

 
Por Julieta Vergara

Este artículo se acompaña de una propuesta musical a elección de la autora. Te invitamos a disfrutarla al tiempo de la lectura o al finalizarla. 

Cuando termines de leerlo y al escuchar la canción, cierra tus ojos y pregúntate: ¿Qué te hace sentir esta melodía? ¿qué imágenes vienen a tu mente al escucharla? ¿te recuerda algo en particular? Al comenzar a explorar los escenarios en tu mente, que nacen a partir de la música, estarás contactando con partes de tu memoria visual y sonora.

 

Para escuchar ingresa al siguiente enlace:

Julieta Vergara

Julieta Vergara es maestra en psicoterapia psicoanalítica de niños y adolescentes por la Asociación Psicoanalítica Mexicana. Cuenta con una especialización en psicología hospitalaria por la Universidad Iberoamericana y en psicoterapia de arte por el Instituto Mexicano de Psicoterapia de arte. Estudió la licenciatura en psicología en la Universidad Iberoamericana. 

 

Ha participado como ponente en diversos simposios sobre la función terapéutica del arte y el psicoanálisis, en sedes como el Hospital Psiquiátrico Infantil “Dr. Juan Navarro” y la Universidad Iberoamericana.  

 

Se dedica actualmente a la consulta privada así como al estudio y divulgación de la relación entre psicoanálisis y arte, por su pasión por el inconsciente humano y las manifestaciones artísticas. 

“La música es una de las expresiones creativas por excelencia del ser humano. Los ritmos, tonos, melodías y cantos han sido parte de un acto que ha acompañado a la humanidad desde sus inicios. A diferencia de otras artes, donde su creación está sujeta en su mayoría a los artistas y/o estudiosos del área, la producción musical se encuentra al alcance de cualquiera; basta con el choque de las palmas de las manos de manera rítmica para dar lugar a una melodía.

Esta facilidad en su creación y transmisión, la lleva a considerarse inseparable de la historia del hombre: aparece en rituales, festividades, misas y ceremonias; donde consigue transmitir a la comunidad pertenencia y unión entre sus miembros. También es posible verla en la privacidad de una habitación, donde por su capacidad de alojar y expresar pensamientos y afectos, logra ser uno de los medios más comunes para la descarga emocional. El alcance y presencia de la música en la vida humana es tal, que ha llegado a ser un idioma para las masas, portando un himno de lucha social y política. Por lo tanto, la música y su función simbólica resulta una forma de inscripción de la historia humana.

Representación de la música en la época medieval

Fig. 1.- Representación de la música en la época medieval.

Sin embargo, la música va más allá de ser un testimonio, social o artístico del ser humano, sino que contiene en ella lo que habita en la profundidad del alma humana: pensamientos, fantasías, vivencias, arrepentimientos, dolor y esperanza. 

 

Tal y cómo menciona Carrera (2012) la música es una de las artes que mayormente actúa desde el ámbito de la fantasía y de los sentimientos, alejándose de lo racional y del ámbito de la inteligencia. Tal vez por esta razón, la música mantiene un papel tan esencial en la vida terrenal, al prescindir de la mente intelectual para conectar y dejarse influir por ella. Gracias a su presencia podemos conectar con ese mundo interno, con lo más emocional y primitivo de cada uno de nosotros. 

 

En esta conexión, entre los acordes musicales y nuestro mundo emocional, un fenómeno puede emerger silenciosamente. A través de este enlace, la inspiración artística encuentra un camino para hacerse presente. Desde siglos atrás, el ser humano ya sabía del hechizo de invocación que la música posee sobre la creatividad. 

 

La interrogante entonces va más allá: ¿Qué existe en este camino entre la música y nuestro interior? ¿Cómo se constituyó este camino para lograr tal conexión entre el afuera y el adentro? Propongo que la respuesta es posible encontrarla en el cuerpo y la memoria. 

La inspiración a través de las musas

En primer lugar, intentemos comprender el concepto de creatividad. Para dar lugar a la creación artística es necesaria una dosis de inspiración y sensibilidad. En la mitología griega y romana, esta inspiración artística tenía sus representantes: las nueve musas, hijas de dioses.

 

García (2010) menciona a las musas como deidades que estimulaban la mente del artista durante su creación, su presencia lograba que la inspiración se manifestara para dar lugar a la expresión artística. Sin ellas, los artistas se sentían perdidos e incapaces para crear algo divino, esta creación debía ser una producción fuera del plano mundano.

 

Dentro de este grupo de musas se encontraba Euterpe, la musa de la música, la cual era representada por una flauta sencilla o doble (García, 2010). El origen de la palabra música parece nacer de esta representación, la cual deriva del griego y significa: “arte de las musas”. 

 

En este juego de palabras y significados, de historia y de mitología, la música pasa a ser el arte más puro, al ser considerada como la creación directa de las diosas que generan en el humano la inspiración artística por excelencia. La música es el idioma y camino más directo hacia el plano creativo. 

Euterpe, la musa de la música

Fig. 2.- Euterpe, la musa de la música.

Entonces, ¿La creación artística se origina únicamente por las musas, por la presencia de una figura externa? Como lo mencionamos, el estímulo exterior se conecta con un universo intrínseco, el cual posee sus propios vestigios: la memoria y sus recuerdos. 

Los recuerdos y la memoria sonora

Cuando pensamos en la memoria, comúnmente la asociamos con imágenes, fragmentos visuales de un momento específico en nuestras vidas; escenas que aparecen al cerrar los ojos. Nítidamente somos capaces de identificar algunos elementos capturados en ese instante, como la vestimenta que arropaba nuestro cuerpo o el color de la taza de café que descansaba en nuestras manos. Parece sencillo traer al presente, desde un pasado que se queda grabado en algún lugar de nuestra mente, una serie de fotografías vivas de colores, formas y luces. 

 

Pero ¿Dónde quedan los sonidos que a estas fotografías acompañan? Resulta innegable que la experiencia humana está provista no solo de lo que pasa a través de nuestros ojos, sino de los sonidos que envuelven cada momento vivo. Sonidos, ritmos y melodías que crean una banda sonora que data desde el inicio de nuestra vida, construyendo los recuerdos que van conformando nuestro ayer y por ende, nuestro vivir. 

 

En esta línea de pensamiento, hablaríamos de la memoria como una inmensidad de sonidos e imágenes almacenadas, ya que en ningún momento la vida es silencio absoluto. Aunque no fuera perceptible sonido alguno en el mundo exterior, siempre se encuentra algún eco, hasta en el cuerpo mismo. Si el organismo humano genera sonidos, deja en evidencia la presencia de vida. 

 

Por lo tanto, todo sonido percibido forma parte de una memoria sonora alojada en nuestra mente. Así la música, percibida en el exterior, conecta con esta memoria de cada ser humano. El escuchar ritmos, crear armonías y cantar melodías resulta una forma de revivir los sonidos de nuestra existencia y así, accesar a nuestros recuerdos. Steinberg (2017) en su artículo expresa cómo Platón afirmaba que la música generaba distintos estados de ánimo por lo que él la catalogaba como músicas positivas, las que se conectaban con la alegría y felicidad, o como músicas negativas, las que inducían a la melancolía y temor. ¿Acaso el arte no resulta justamente una expresión de lo más humano, de lo más primitivo de nuestras memorias?

Lo sonoro como catalizador de la creatividad

Ante este análisis, comenzamos a develar lo que sucede en presencia de la música en términos de creatividad. No sólo la música nos conduce a un estado de inspiración profunda que nos desconecta del presente, sino que se enlaza con una parte interna mucho más primitiva y oculta en nosotros, alejado de espectro consciente, a diferencia de la memoria visual. La música establece un mapa de vías sonoras, de caminos trazados de ida y vuelta, donde la comunicación entre pasado y presente es más directa. 

 

Pareciera que cualquier sonido, pudiera viajar en un recorrido donde llegará a un mundo poblado de vivencias y experiencias transformadas en recuerdos, llenos de imágenes y sonidos, en donde el arte pudiera brindar la posibilidad de hospedar tales fragmentos de memorias. Este acto de contención de memorias permite que el arte sea capaz de elaborar e integrar lo que vive dividido en nosotros. Por eso, lo que sostiene la experiencia humana, es el arte. La expresión artística provee testimonios de lo sentido y pensado, a partir de lo visto y escuchado por el creador. Gracias a la música y a la fiel conexión a nuestras memorias sonoras, la creatividad artística logra ser el medio por el cual se dota de formas y colores a lo que mucho tiempo ha permanecido en la oscuridad de la memoria. 

Referencias:

  • Carrera, L. (2012). Historia de la música universal y contemporánea. Pontifica universidad católica del Ecuador. Recuperado el 2021 julio 19 en el sitio web: ftp://ftp.puce.edu.ec/Facultades/CienciasEducacion/ModalidadSemipresencial/Historia%20de%20la%20Música%20Universal-Luciano%20Carrera.pdf

  • García, A. (2010). Las 9 musas, la inspiración. Activarte. Revista independiente de arte, (3), 11-17

  • Steinberg, D. (2017) Euterpe, la musa de la música. Recuperado de https://biblioteca.acropolis.org/euterpe-musa-musica/

Referencias de imágenes:

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